Existen grandes medidas que han contribuido a la salud pública a nivel mundial, como la potabilización del agua, los sistemas de saneamiento básico ambiental (alcantarillado) y la recolección y disposición final de basuras. Y sin duda, una de las fundamentales: las vacunas, las cuales han aportado al control y la erradicación de algunas enfermedades y/o su potencial de mortalidad, haciendo posible el mantenimiento de la vida humana.
Como profesión y disciplina, en enfermería hemos sido testigos y protagonistas de grandes campañas históricas de vacunación (tuberculosis, meningococo, influenza, sarampión, rubeola, entre otras), las cuales han contribuido a disminuir la morbi-mortalidad, gracias a la inmunidad adquirida a través de las vacunas. Cabe destacar que en Chile es la enfermería la responsable histórica de este proceso, el cual ha sido sobresaliente hasta el día de hoy.
La pandemia no ha terminado. La OMS acaba de anunciar que se mantendrá el nivel máximo de alerta para la pandemia de Covid-19, por lo que las medidas de cuidado deben continuar y en nuestro país tenemos una gran herramienta que está siendo desaprovechada: la vacuna bivalente (ancestral y ómicron). Ésta genera una protección cruzada que ninguna sub variante del virus ha demostrado resistirla, por lo que su eficacia es muy alta.
Una investigación de la Universidad de Salud y Ciencias de Óregon, reveló que la inmunidad frente al Covid-19 continúa creciendo, principalmente en personas que han sido vacunadas. El estudio señala, además, que de presentarse la infección, se debe considerar el tiempo desde la última vacunación, ya que es un indicador de inmunidad.
Esto quiere decir que entre antes cumplamos la vacunación según grupos de riesgos y luego población general, se adquiere la protección para no desarrollar una enfermedad grave. En Chile, el llamado hoy es vacunarse a los grupos de riesgo y mayores de 50 años.
Estamos en una fase denominada “endémica”, la cual significa que el virus circulará de manera permanente. Bajo estas circunstancias el mantener una vacunación activa es clave, para que la enfermedad no se presente como una infección respiratoria grave, que requiera de cuidados críticos u hospitalización; con las complicaciones, riesgos o secuelas que aquello trae.
Un ejemplo exitoso de esto es lo que ha sucedido en Israel, donde se ha reducido en 81% el riesgo de ser hospitalizado y en un 86% el riesgo de que las personas mayores de 65 años mueran.
Si bien es cierto, en general, Chile tiene una cultura de vacunación efectiva, logrando tasas de 92.12% de población completamente vacunada, debemos señalar esta vez que, frente a los bajos flujos de vacunación registrados en las últimas semanas, es que como organización queremos hacer un llamado a la comunidad en confiar en los mecanismos que la ciencia, la bioética y las autoridades han puesto a disposición para protegernos.
La vacunación ha demostrado su eficacia, al disminuir la mortalidad por Covid-19, además de hacer posible el término de las cuarentenas. Debemos entenderla como un acto que trasciende cualquier momento político, social y cultural ya que, a través de la inmunización, nos protegemos y cuidamos todos.
Como enfermeras y enfermeros garantes de la salud pública, hacemos un enfático llamado a confiar en la eficacia y seguridad de la vacuna. No podemos ser indolentes y seguir adelante como si la pandemia hubiese terminado. No podemos desaprovechar un insumo que puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte o una buena o mala salud para el resto de nuestros días.
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