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Todo comenzó con un molusco que se da en las costas chilotas, cuyas propiedades entusiasmaron a varias multinacionales durante una feria desarrollada en California. Hoy, esta startup tiene más de 150 clientes en 16 países, principalmente grandes laboratorios privados y públicos, incluido el FBI.

Fuente / Pulso Domingo – La Tercera

»Cuando a las personas les gusta vivir en un lugar, puede ser muy romántico para ellos, pero además es muy práctico para la empresa que está en el mismo lugar, porque permite atraer talento». La reflexión es del biólogo Manuel Rozas (40), quien hace más de diez años decidió salir de la capital para radicarse en Puerto Varas, ciudad en la que fundó el 2013 Kura Biotech. Hoy, el cuartel general de esta empresa, que sigue mirando el volcán Osorno y recibiendo la humedad del Llanquihue, convirtiéndose en uno de los jugadores de biotecnología más importantes del mundo en su área: producir reactivos enzimáticos para detección de drogas.

Manuel Rozas tenía varios emprendimientos en el cuerpo hasta que surgió la idea de resolver un problema específico: darles un valor a los descartes de la industria acuícola, tratando de que fueran rentables. Corría 2014 y encontró un reactivo (enzima) que tenía un gran desempeño para una serie de aplicaciones en toxicología y detección de drogas. Provenía del abalón rojo, un molusco similar al conocido »loco» que es característico del archipiélago de Chiloé. Así, se creó el primer producto que fue bautizado como BG100.

Rozas tenía claro que sus principales clientes eran los grandes laboratorios, especialmente en Estados Unidos, por lo que viajó con su esposa a una feria mundial del rubro que se realizaba en San Francisco, California. En una maleta llevaba todo para armar su stand, incluyendo las muestras de la tecnología desarrollada en el fin del mundo. BG100 lograba »hidrolizar» moléculas de drogas, principalmente opioides, proceso necesario para poder luego medir cuantitativamente (mediante un proceso denominado »espectrometría de masas») la cantidad de droga en las muestras de orina de los pacientes.

Durante la feria californiana, PM Separations, un distribuidor australiano de productos clínicos y forenses para laboratorios de todo el mundo, se interesó en la tecnología proveniente del sur de Chile. Al poco tiempo, lograron el primer cliente: Labcorp America, uno de los laboratorios más importantes del Hemisferio Norte. Con ese comenzó todo y BG100 fue el producto estrella de Kura Biotech para varios laboratorios por cerca de cuatro años.

Esta empresa empezó con recursos propios de Manuel Rozas, más cerca de $350 millones provenientes de varios fondos Corfo para desarrollar la tecnología. »Al principio, los laboratorios no nos conocían mucho, así que, simplemente, hacíamos que probaran nuestro producto y lo compararan con otros que ya existían. Siempre salíamos mejor evaluados, tanto por los resultados como por la rapidez en entregarlos», recuerda Rozas.

La segunda etapa

En esos años, el biólogo era además parte del grupo de »Emprendedores de Endeavor», red que le permitió conocer al ingeniero comercial Eduardo Wallach (45), quien era »Mentor Endeavor». Wallach había desarrollado una carrera más corporativa en grandes empresas como Watt’s, L’Oreal y Cencosud, pero tenía mentalidad emprendedora. Renunció a esta última compañía y se fue a estudiar a la Universidad de Stanford (California). Se quedó en Estados Unidos un tiempo, para volver a Chile con la decisión de armar una startup. Tenía en mente una idea que esperaba cambiar el modelo de las farmacias. »Pero para eso tenía que cambiar la legislación, algo que aún no sucede», recuerda riendo Wallach. Fue cuando, a principios de 2018, alguien le presentó a Manuel Rozas. »Me terminó convenciendo del futuro de Kura. Partimos de a poco. Me fui a Puerto Varas de empleado por unos nueve meses, hasta que a fines de 2018 entré como socio», señala el ingeniero comercial, quien actualmente es el CEO de Kura Biotech. Rozas, por su parte, es el CSO (Chief Scientific Officer). »Eduardo fue clave para crear la estrategia de la empresa para los próximos cinco años», agrega Rozas.

Pero antes de que se cumpliera el lustro, pasó algo de impacto mundial: la pandemia de Covid-19. El plan cambió, pero el foco era el mismo. Desarrollaron dos líneas de productos para el control del contagio: Avenire Resist, enfocada en el control preventivo de casos y dirigida a instituciones que quisieran privilegiar el trabajo presencial; y Avenire ONE, una especie de tecnología más avanzada que los PCR, que incluía un kit para la detección y diagnóstico del coronavirus. Con el primero, llegaron a tener hasta 120 empresas testeadas a la semana y, con el segundo, abastecieron a parte importante de la red de laboratorios del Minsal. Actualmente, son proveedores de más de 50 laboratorios públicos y privados en todo Chile.

Pero Chile es sólo una parte del negocio. Kura Biotech nació para el mercado internacional, principalmente de Estados Unidos. De hecho, hoy tienen 150 clientes en más de 16 países. Principalmente laboratorios privados y entidades similares del sector público. Incluso, el FBI es uno de sus clientes, para el ámbito de detección de drogas.

»Cuando desarrollamos los productos para la pandemia, tuvimos que sacar facturas en Chile. Quizá somos una de las pocas startups basadas en Chile que tuvimos que ?nacionalizarnos? luego de varios años de estar funcionando», cuenta Wallach como anécdota.

Polo mundial

Actualmente, Kura Biotech tiene tres marcas: Fiden, para mejorar la detección de drogas; Avenire, enfocado en la inocuidad alimentaria a través de la detección molecular simplificada de patógenos (como Listeria, Salmonella y Escherichia Coli); y Blikka, que consiste en aplicaciones de genómica para la Medicina de Precisión, »tanto en diagnóstico de enfermedades, como en el combate de estas a través de ingeniería genética», comentan los socios de esta biotech.

»Nuestro propósito es desarrollar productos biotecnológicos mejores y de forma diferente para tener un impacto positivo en el mundo», comenta Wallach. Por esa razón, Kura Biotech creó además la Fundación Liquen, que financia proyectos enfocados a ayuda de personas vulnerables e infancia y, por otro lado, a la protección del medioambiente. Son los mismos 60 trabajadores de la empresa quienes eligen y postulan los proyectos, los que son financiados por el 2% de las ventas brutas de la startup.

»Creo que hemos transformado a Puerto Varas en un polo importante de talento, eliminando las barreras de la distancia. De hecho, estamos embarcados en un proyecto para transformar la cuenca del Llanquihue en un polo internacional de tecnología», afirma Manuel Rozas.



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