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Una exposición sobre los movimientos sociales y la democracia realizó esta semana la destacada socióloga y politóloga italiana Donatella della Porta, en el marco de la Cátedra Norbert Lechner de la Universidad Diego Portales (UDP).

El objetivo fue hablar sobre “cómo los movimientos sociales pueden salvar la democracia”.

Della Porta (Catania, 1956) es profesora de ciencia política y sociología política en la Scuola Normale Superiore. También es conocida por sus investigaciones en áreas como movimientos sociales, corrupción, violencia política, policías y políticas de orden público. En 2022, fue nombrada fellow de la Academia de Artes y Ciencias de Estados Unidos.

Para la especialista, la crisis financiera que afectó al mundo en 2008 causó transformaciones socioeconómicas, pero también políticas.

“Algunos de los eventos políticos durante la crisis han desafiado los derechos civiles, políticos y sociales, causando lo que ha sido definido como la Gran Regresión. Las crecientes desigualdades sociales han escalado junto a una creciente desconfianza en las instituciones establecidas, desatando una sensación de inseguridad y xenofobia”, explica.

Agrega que mientras los expertos debaten cuánta desigualdad puede aguantar la democracia sin colapsar, la resistencia al retroceso se desarrolló con ciudadanos movilizándose por justicia social y “democracia real”.

“El debate se enfoca en algunas propuestas innovadoras que emergen de los movimientos sociales progresistas, que buscan una mayor participación y deliberación para salvar la democracia”, dice. “Usando la apertura de espacios ofrecidos por las instituciones para una democracia directa, los movimientos sociales han promovido procesos constitucionales y plebiscitos desde abajo”.

Para Della Porta, los sistemas de partidos han sufrido un terremoto, que ha causado la desaparición de algunos partidos establecidos y, en algunos casos, el inesperado surgimiento de partidos de izquierda y populistas de derecha.

Tras estudiar estos cambios en algunos casos europeos, la cientista política cree que “los tiempos de crisis son tiempos de rápidos cambios, que representan un desafío para la instituciones, pero también abren la posibilidad de profundizar la democracia”.

Salvar la democracia

Según la académica, aunque los movimientos sociales han sido mayormente estudiados como actores contenciosos, que luchan en la calle para resistir o promover cambios políticos, algunos estudios han destacado su capacidad de generar ideas innovadoras.

“Por eso mi investigación se centra en los canales a través de los cuales las ideas de los movimientos sociales penetran las instituciones, destacando las condiciones que favorecen o impiden el desarrollo de ideas innovadoras y conocimiento plural. Sugiere que, al suministrar conocimiento alternativo, los movimientos progresistas pueden contribuir a profundizar la democracia, al destacar la importancia de la participación”.

La italiana recuerda que, durante la crisis financiera, la ola de protestas desafió las políticas de austeridad adoptadas por los gobiernos nacionales bajo la presión de instituciones internacionales como la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo.

A su juicio, estas protestas, conocidas por los movimientos de los Indignados o los de Occupy, reflejaron pero también fortalecieron una crisis de legitimidad, causada por lo que los manifestantes veían como una falta de preocupación de las instituciones políticas por el sufrimiento de sus ciudadanos.

“Sin embargo, aquellos que protestaron no se limitaron a reclamar los derechos sociales, sino también criticaron la caída de la calidad de la democracia existente, y promovieron una innovación de las formas democráticas. Lo hicieron internamente, prefigurando formas de participación, pero también entraron a las instituciones políticas”, como en el caso de Podemos, actualmente en el Gobierno en España.

Papel de los partidos

Consultada sobre el papel de los partidos políticos en la democracia, la experta señala que tradicionalmente han jugado un importante rol, al comunicar a la sociedad y las instituciones mediante la movilización y el desarrollo de identidades colectivas y de solidaridad.

Sin embargo, también apunta que, aunque siguen siendo actores claves en las instituciones electorales –como el Gobierno y el Parlamento–, han ido perdiendo su capacidad de representar los intereses e ideales de importantes sectores de la población.

“Específicamente, en muchos países, los partidos políticos de izquierda se han movido hacia el centro, renunciando al objetivo que era considerado antiguamente su principal objetivo: reducir las desigualdades mediante políticas oficiales orientadas a la protección social”, explica.

En sus palabras, en este contexto, los movimientos sociales progresistas han sido importantes para poner bajo presión a las instituciones políticas y también para impulsar nuevas ideas.

“No reemplazaron a los partidos en su rol dentro de las instituciones electorales, sino más bien influyeron en los partidos existentes o crearon nuevos”, analiza.

A la hora de destacar alguno entre los numerosos movimientos que se han movilizado contra las desigualdades y a favor de derechos civiles, políticos y sociales, la especialista señala al movimiento feminista.

“Ha sido especialmente innovador en el desarrollo de prácticas democráticas orientadas hacia una participación inclusiva. Esto también ha sido vinculado con la creciente atención hacia desigualdades intersectoriales y una orientación para el desarrollo de coaliciones entre diferentes grupos discriminados”, sostiene.

Finalmente, al ser consultada sobre la responsabilidad de los movimientos sociales en el fracaso de la propuesta constitucional en el caso de Chile, la especialista comenta que “los efectos de los movimientos sociales deben ser evaluados en una perspectiva de largo plazo y considerando los diferentes canales a través de los cuales pueden jugar un papel”.

“Aunque algunas luchas específicas pueden perderse –dada también la movilización en contra de poderosos intereses–, los movimientos sociales progresistas con frecuencia producen grandes impactos mediante la socialización de la política en nuevas generaciones y grupos sociales, la tematización de problemas emergentes, transformaciones culturales, pero también la creación de nuevos actores, como nuevos partidos políticos y otras organizaciones”, concluye.

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