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Siempre es recomendable no dar dobles lecturas cuando sucede algo en la política. En general, los gestos, las disposiciones de las cosas y las palabras que se eligen en un discurso o por lo menos en una instancia preparada como un cambio de gabinete son intencionadas.

Durante la mañana del viernes 10 de marzo, el histórico Salón Montt Varas tenía siete sillas para las personas que vendrían a ocupar nuevas carteras. Después fueron seis y, luego, cinco. Eso, acompañado de nombres que iban y venían dentro de las posibles nóminas del Gobierno. Un miembro del Comité Político lo explica diciendo que “trabajamos todo el día, fue muy intenso, nadie se movió mucho porque La Moneda estaba llena de prensa y era inquietante saber que sacaban y ponían sillas”.

La ministra Vallejo dijo que era un problema de producción y así lo confirmaron otras fuentes. Pero, dado que estamos en política y el día ofreció nombres que se bajaron antes de ocupar el cargo, es ineludible darle una segunda lectura. Sobre todo porque uno de los ministros cuestionados, Marco Antonio Ávila, pareció salvarse de la ruleta rusa en esta ronda. 

La señal de que se venía el cambio de gabinete la dio el Presidente al devolverse del norte, sin visitar Colchane, localidad símbolo de la inmigración, para retornar el miércoles de la próxima semana. Ilógico, aparentemente, porque la reunión de gabinete programada para el sábado, en el aniversario del primer año del Gobierno, tenía que ser con el nuevo equipo.

La noche del jueves fue larga. Los equipos se quedaron revisando los nombres propuestos, chequeando sus redes sociales y declaraciones pasadas para que ningún impasse ensuciara el cambio. Esos chequeos se dieron hasta el último minuto. Lo único que se supo durante la mañana fue que había siete sillas instaladas en el Salón Montt Varas, lugar en el que se llevaría a cabo el cambio. 

El acto estaba contemplado a las 13:00 horas. Sin embargo, desde el Patio de los Naranjos se pudo ver a los diferentes ministros salir por la puerta del Palacio que da a la Plaza de la Constitución. Se iban a sus ministerios, pues se había pospuesto la hora del evento. “Entre dos y tres y media”, se escuchó decir en los patios de La Moneda. El clima empezó a llenarse de incertidumbre, los rumores escalaron y llenaron el ambiente hasta el último minuto. 

En los matinales no dejaban de salir rumores que prometían caras inéditas que no se habían comentado durante los días anteriores: “Ripamonti le dijo no al Presidente Boric”, aparecía en el GC de ‘Tu Día’, de Canal 13. Un tuit de la alcaldesa de Viña del Mar, en respuesta a esos rumores, terminó avivando aún más el tema: “Mi rol en la institucionalidad fue una decisión muy excepcional, motivada exclusivamente, por el amor que tengo por la ciudad de Viña del Mar, la que me vio crecer desarrollarme. Sacarla de la corrupción e impulsar su desarrollo es el único deber público que pretendo tener” y el matinal tuvo material para hablar extensamente al respecto.   

Otros medios habían tenido la exclusiva de que Marta Maurás estaba confirmada para llegar a la Cancillería. Sin embargo, como ya se sabía de su nombramiento, la inconformidad del ambiente diplomático no se hizo esperar y reaccionó antes de su designación oficial. En paralelo, en el matinal de Mega revisaron algunos tuits polémicos y antiguos de Maurás sobre inmigración y se empezó a especular sobre su salida. No había llegado y ya estaba fuera. 

Las siete sillas resultaron ser un pie forzado para pensar los cambios. Las carteras más posibles para el cambio eran Minería, Cultura, Deporte, Educación y Cancillería. Las otras eran posibilidades más alejadas, ¿especulaciones?, ¿Giorgio Jackson?, ¿alguien del Comité Político?, ¿el ministro de Economía Nicolás Grau?

La espera en el Patio de los Naranjos dio pie a conjeturas, para confirmar las certezas y alimentar más dudas. Sobre la salida de la ministra Urrejola no había dos opiniones. La verdadera pregunta era quién la iba a reemplazar ahora y qué iba a hacer el Gobierno para armar este puzle de manera rápida y eficiente. Lo único que se supo fue que llegaba un hombre ligado al PPD. Más tarde, se confirmó la información en el Salón Montt Varas. 

La mayoría del Comité Político se encontraba dentro del Palacio, pues sus ministerios se hallan en la casa de Gobierno. A eso de las 13:30 horas entró la ministra Tohá. Desde ese momento empezaron a llegar todos los ministros con un intervalo de no más de cinco minutos. La espera se hizo eterna. Incluso porque no había una certeza clara de quiénes habían llegado. La ministra de Salud, Ximena Aguilera, y el ministro Grau, habían aprovechado de entrar por otro lugar. La última en llegar fue la ministra de Minería, Marcela Hernando.

A las 15 :00 horas estaba la prensa esperando afuera del salón. El tiempo había pasado lento porque los plazos prometidos no se habían cumplido. Se sabía que no querían alargar la ceremonia, que solo sería una ceremonia para el cambio de ministros y que de los subsecretarios se sabría por un comunicado de prensa. 

En la mañana había siete sillas y ahora, antes de ingresar al salón, quedaban solo seis. Todo listo y dispuesto para llevar a cabo la ceremonia. Las cámaras y la prensa estaban instaladas. Pero, de improviso, apareció una persona del equipo del Gobierno y se llevó una silla. Ahora no serían seis las carteras que cambiarían, tampoco siete, sino cinco. El gesto de quitar un asiento a último minuto, a lo menos, dio para pensar que se tomó una decisión en el último segundo: un ministro se había salvado.

De pronto se abrió la puerta sur del salón y se dejó ver la pintura de Manuel Montt. El primero en la fila de ministros era el de Educación, Marco Antonio Ávila. Mientras se instalan en sus puestos, conversan y susurran entre ellos y ellas. Murmuran. La ministra Tohá conversa con un periodista, luego con la ministra Vallejo. La vocera de Gobierno sale del salón, entra, vuelve y conversa con la ministra del Interior. Parecen querer olvidar algo, como que “ya está”, que no hay tiempo para eso. Al entrar el Presidente, Tohá se acerca –como indica el protocolo de la ceremonia– y le murmura algo al oído. Ya no puede pasar nada más porque el maestro de ceremonias, el subsecretario Manuel Monsalve, comienza a hablar y a nombrar a quienes dejarán sus cargos: Antonia Urrejola, Juan Carlos García, Julieta Brodsky, Alexandra Benado y Silvia Díaz. Estas últimas, estaban juntas en la tarima. 

En ese mismo orden llamaron a los ministros entrantes y el nuevo canciller, Alberto van Klaveren, comienza a caminar hacia la mesa donde está el Presidente. Van Klaveren firma el decreto de nombramiento y las ministras Ana Lya Uriarte y Maya Fernández se acercan a Urrejola para abrazarla.  

La cartera de Obras Públicas fue una de las que sorprendió con el cambio. Juan Carlos García se despidió de su cargo abrazando a su sucesora Jessica López, quien estuvo acompañada por varios familiares que recorrieron La Moneda. García, le dio un abrazo al Presidente y se sentó en una de las cinco sillas que esperaban a los que se retiraban, a los exministros. 

El cambio de Julieta Brodsky fue, quizá, el menos sorpresivo. Sin embargo, su reemplazo, Jaime de Aguirre, fue la gran novedad del día. Durante el discurso del Presidente, De Aguirre se mostró un poco incómodo, pues vino directo del hospital donde le habían hecho una cirugía. Esto explicó que durante el punto de prensa, que dieron los nuevos ministros y la ministra Vallejo, el ahora titular de las Culturas no participara. 

“Don Jaime ‘Kayser’ Pizarro, ¿juráis o prometéis desempeñar fielmente el cargo de Ministro de Estado que se os ha conferido conforme a la Constitución y las leyes?”, preguntó el Presidente Boric con un gesto risueño mientras torcía el hiperformalismo protocolar al llamarlo por su apodo futbolístico. El campeón de la única Libertadores de Chile entró a la cartera del Deporte luego de una cuestionada gestión de la exministra Alexandra Benado. 

Mientras el ministro Pizarro firmaba, Aisén Etcheverry, quien estaba a segundos de ser la tercera ministra de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación, suspiró profundamente, como sí comenzara una carrera.  

El Presidente se instaló frente a sus nuevos ministros y comenzó a rayarles la cancha. Les dijo qué es lo que espera de cada uno(a), su tarea principal. También aprovechó de advertirles que los problemas ocurridos con la reforma tributaria solo se resolverían por el camino del diálogo. “Dialogar hasta que duela”, dijo, y finalizó con un: “A trabajar, gracias”.

El último ministro en cruzar la puerta del salón fue Ávila, que salió aliviado de no tener silla para sentarse. La ministra Vallejo insistió en que fue “un error de producción”. La presidenta del PS, Paulina Vodanovic, contó como anécdota que la silla se dejó ahí para “distraer” y que después se olvidaron de retirarla. 

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