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En las últimas décadas, la participación comunitaria y los enfoques centrados en la comunidad para la planificación, gestión y evaluación de programas de salud pública han cobrado fuerza.
Sin embargo, dicha participación comunitaria, sin compromiso y entrega de poder de decisión, con respecto a cómo se podría financiar o evaluar un programa impiden un nivel de participación mayor, cuyos beneficios se asocian a un aumento en las capacidades de desarrollo organizacional, la mejora de la calidad y la eficiencia en la prestación de servicios públicos, y la promoción de una mayor equidad social.
A nivel internacional, existen múltiples esfuerzos de participación ciudadana, como el caso francés, que busca mejorar la calidad y la seguridad de la atención. Otro es Estados Unidos que consiste en implementar estrategias de avance en términos de equidad en salud, o el análisis de políticas de exención de pagos en África. Así también, un ejemplo en nuestro país, entre varios que existen y han funcionado, es la experiencia del centro de atención primaria de salud (CESFAM), Madre Teresa de Calcuta, en la Región Metropolitana, que abordó el desafío de desarrollar su planificación con participación ciudadana, con representantes provenientes desde la comunidad.
Adoptar un enfoque centrado en la comunidad, no es algo sencillo, sobre todo cuando surgen cuestionamientos, respecto a que dichas voces de la comunidad no se vean reflejadas en las decisiones que se toman.
Como el principio de la planificación centrada en la comunidad pocas veces se integra en la evaluación de los programas, una manera de hacerlo es adoptando un enfoque desde la participación a la apropiación comunitaria, que ayude a conocer hasta qué punto el programa seleccionado fue elegido por la comunidad, y sus objetivos fueron determinados por la comunidad; y en qué medida la implementación del programa logró sus objetivos.
En este proceso, los expertos profesionales del área de la salud pueden tener mucho que ofrecer en experiencia u otras habilidades, que atiendan los intereses de la comunidad, y no los propios. De esta manera, el trabajo se orienta a utilizar las competencias y conocimiento, para guiar a la comunidad.
El cambio en la evaluación y gestión de programas comienza con ver y valorar el poder de la toma de decisiones de la comunidad, como un resultado necesario y de interés.
Para alentar a la salud pública y global a adoptar este principio de propiedad comunitaria, es importante convencer a más profesionales, ONG y a quienes financian los programas de salud que esta debe ser la forma de planificar, evaluar y gestionar programas de salud, y así también alentar a más investigadores a participar en los desafíos de implementación que esto impone y apoyar los procesos de autodeterminación de las comunidades, para encontrar sus caminos hacia la salud.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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