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Cuidar (sin remuneración). O trabajar para generar ingresos. Ese es el dilema que enfrentan millones de mujeres. El cuidado de los miembros dependientes de los hogares ha sido históricamente una labor privada, o sea, relegada al trabajo doméstico, hecha sin retribución económica y asumida en su gran mayoría por mujeres. Afortunadamente, esta situación dejó de asumirse como normal dentro de la distribución social del trabajo y hoy se la destaca como una inequidad que debe ser corregida.

¿Por qué un asunto en apariencia privado, debe ser materia de interés para las políticas públicas? El Instituto Europeo de la Igualdad de Género lo responde de la siguiente forma: la desigual distribución de los cuidados no remunerados en los hogares reproduce desigualdades de género en el mercado laboral.

La labor de cuidado es un obstáculo para la inserción laboral de muchas mujeres y quienes cuidan y además trabajan fuera del hogar suelen hacerlo en condiciones de precariedad, sin protección laboral adecuada y menor remuneración que sus pares trabajadores hombres. Dicho de otra forma: en los países donde la distribución de esta labor es más equitativa entre hombres y mujeres tienden a aumentar las tasas de empleo femenino y a disminuir las brechas salariales de género.

La desigualdad en el cuidado es una alerta de larga data

Desde hace más de una década, la CEPAL ha analizado el uso del tiempo como una dimensión clave de la desigualdad, la cuestión del cuidado como eslabón perdido del análisis económico y el rol potencial de los cuidados como pilar de la protección social. La OIT viene mostrando hace tiempo el potencial de crecimiento de la economía del cuidado pero advirtiendo la necesidad de avanzar en doble vía: diversificar las aletrnativas de apoyo a los cuidados para ampliar la cobertura de estos servicios; y al mismo tiempo atender a las condiciones en que los cuidados se prestan para evitar la desprotección y la precariedad.

La pandemia también contribuyó a poner en el tapete este tema, mostrando la centralidad de esta función. ONU Mujeres alertó tempranamente sobre medidas que son claves para abordar el incremento del trabajo de cuidados no remunerado derivado de este contexto pandémico, garantizar una compensación adecuada y condiciones de trabajo dignas para quienes se desempeñan en este sector de manera remunerada. Por su parte, en la reunión del Foro Económico Mundial de este año se vuelve a destacar la economía del cuidado como una oportunidad para crear empleo y cerrar la brecha de género: la creciente demanda de servicios de apoyo a los cuidados tiene el potencial de generar importantes oportunidades de trabajo, impulsar la integración laboral de los cuidadores informales y apoyar la proliferación de formas más flexibles de trabajo, sobre todo en la recuperación post pandemia.

El BID no se ha quedado atrás y desde diversas áreas viene señalizando las dimensiones demográficas, económicas, sanitarias, sociales y de género de los cuidados. Ejemplo de ello es la centralidad que el tema viene ocupando en su marco sectorial de protección social y su marco sectorial de género, referencias que orientan estratégicamente la gestión de diálogo y operaciones. Más recientemente, se ha erigido como un área transversal del Grupo BID la economía plateada, dado lo promisoria que resulta como espacio de innovación y colaboración público-privada.

En todos estos análisis se repiten 5 mensajes principales: (1) La contribución del trabajo doméstico no remunerado a las economías es sustantiva; (2) La tarea no compartida del cuidado de personas dependientes es una barrera para la inserción económica de las mujeres; (3) La diversificación de oficios asociados a la tarea del cuidado es una oportunidad económica de creación de empleos; (4) Mejorar las condiciones de protección y seguridad social en las que se presta el trabajo remunerado beneficia principalmente a las mujeres. Y, (5) mejorar las condiciones en las que se provee el cuidado ayuda a la persona cuidadora y a la persona dependiente de ese cuidado.

De lo general a lo específico

El tema de la economía del cuidado es uno de aquellos donde se transita permanentemente desde el nivel macro de esa economía al nivel micro en que ocurre el cuidado. El reto es, entonces, lograr una traducción coherente de esas orientaciones de política a experiencias concretas donde se crean modelos de gestión del cuidado donde todos ganen, cuidadores domiciliarios, asistentes domiciliares del cuidado y personas dependientes.

Veamos un ejemplo. Costa Rica es uno de los países de la región de América Latina y el Caribe donde el envejecimiento poblacional avanza más rápido. Las personas mayores de 60 años demandantes de cuidados pasarán de 2,9 por cada 100 personas entre 15 y 74 años en 2015, a 11,3 en el año 2050. Algunos datos que acompañan esta realidad: 4 de cada 5 personas que cuidan sin recibir una remuneración a cambio son mujeres; 9 de cada 10 horas de trabajo doméstico no remunerado dedicadas al cuidado de un familiar dependiente son asumidas por mujeres. Y, las mujeres que se dedican al cuidado no remunerado de un familiar tienen 22% menos de probabilidades de llegar a desempeñar un trabajo pagado versus aquellas que no son cuidadoras.

En lo macro, Costa Rica ha avanzado con la formulación de una Política Nacional de Cuidados, acaba de promulgar una ley que crea un Sistema Nacional de Cuidados y Apoyos (SINCA) y está construyendo un sistema de valoración de la dependencia, mientras genera opciones para ampliar la oferta de servicios principalmente en el ámbito domiciliar.

Estas iniciativas, que han contado con el apoyo técnico y financiero del BID, se amplían ahora al tema de la economía colaborativa para aprovechar las oportunidades que ofrece el mercado para las tareas de cuidado. De la mano del Instituto Mixto de Ayuda Social, el Instituto Nacional de Aprendizaje y la Agencia Nacional de Empleo (ANE), avanzan en la priorización de mujeres cuidadoras que buscan oportunidades de capacitación, verficación y empleo a través de la Plataforma ane.cr lo que permitirá ampliar la oferta de formación para distintos roles de cuidado y además contar con un registro nacional de personas cuidadoras. En el medio, y con financiamiento de la Agencia Francesa de Desarrollo, se avanza en el diseño de una plataforma tecnológica que facilite que hogares que necesitan apoyo temporal para el cuidado de un familiar con dependencia encuentren cuidadores certificados dispuestos a prestar remuneradamente ese servicio.

Atender las crecientes necesidades de cuidado de las poblaciones no es fácil y se requiere de soluciones complejas. Pero esta articulación de esfuerzos bien pueden redituar un nuevo marco para hacer del cuidado ¡una gran oportunidad!

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